Llegada a Ammán, Jerash y Ajlun

Sábado 3 y domingo 4 de agosto de 2019

Los vuelos

Para llegar a Jordania, hay vuelos directos Barcelona-Ammán con la compañía Royal Jordanian pero costaban más de 600€ por persona y se nos iba el presupuesto. Así que decidimos coger una combinación de vuelos por separado que nos salían a mitad de precio que los vuelos directos. A la ida hicimos Barcelona-Praga-Ammán y a la vuelta Ammán-Cracovia-Barcelona. Era un poco arriesgado porque no era un vuelo con escala, si no vuelos separados con compañías diferentes, así que si perdíamos el enlace nos podíamos quedar tirados en Praga o Cracovia, sin posibilidad de seguir el viaje. Pero tuvimos suerte, los enlaces fueron on-time y nos ahorramos 300 € por persona.

Llegada y primera cena en Ammán

El sábado 3 de agosto salimos a las 7:50 de Barcelona y, vía Praga, llegamos al aeropuerto de Ammán a las 17:30h. Recogimos el coche de alquiler y emprendimos el camino hacia Ammán, guiándonos con el GPS. Íbamos un poco asustados ya que habíamos leído en varios blogs que el tráfico de la capital era muy caótico, pero la verdad es que a nosotros no nos pareció nada complicado. Puede ser también que al ser un sábado por la tarde de agosto, no cogiéramos el tráfico habitual de la ciudad. El caso es que tardamos una horita en recorrer los 40 quilómetros del aeropuerto hasta el centro de Ammán.

Llegamos al apartotel que habíamos reservado, Shams Alweibdeh Apartment, hacia las 19:30 h. Empezaba ya a anochecer, así que nos aseamos un poco y le pedimos consejo al recepcionista del hotel para ir a cenar a algún sitio no muy lejos. Nos recomendó un restaurante a unos 200 metros del hotel al que podíamos llegar caminando: Rakwet Arab Cafe. El restaurante era muy agradable, con una terracita en la acera. La mayoría de los clientes éramos turistas, pero también había alguna mesa con gente del país. Nos gustó mucho, tanto que repetimos el último día de viaje. Y el precio era razonable: 27,10 JD los cuatro (35,96 €).


Jerash

Al día siguiente, después de un buen desayuno, dejamos el hotel y salimos de Ammán. Tardamos una horita en recorrer los 51 quilómetros hasta el pueblo de Jerash, donde queríamos visitar la antigua ciudad romana. La entrada está incluida en el Jordan Pass.

Nos costó un poco aparcar el coche y encontrar la entrada principal. Parecíamos un poco tontos porque las ruinas están en medio de la ciudad y las vas viendo desde el coche. De hecho, las rodeamos por completo hasta que encontramos un parking abierto donde dejar el coche. Finalmente, a las 10:30 h. iniciábamos la visita al complejo arqueológico, entrando por una pequeña puerta que no era la principal, donde solo nos preguntaron si teníamos el Jordan Pass, aunque no tuvimos ni que enseñarlo. Nada más entrar, nos encontramos de frente con el Arco de Adriano, impresionante! Luego vimos que el Visitor Center estaba un poco más adelante, pero la verdad es que nos gustó iniciar el recorrido desde uno de los extremos.

Un viaje en el tiempo

La antigua ciudad de Jerash ha estado siempre habitada por asentamientos humanos, desde hace más de 6.500 años. En su época dorada, durante el dominio romano, llegó a ser una de las diez ciudades de la Decápolis. Oculta durante siglos en la arena, Jerash fue descubierta en 1920 y, hoy en día sus ruinas representan una de las ciudades romanas más importantes y mejor conservadas del Próximo Oriente.

Entrar en Jerash es viajar en el tiempo. Recorriendo la ciudad, casi puedes visualizar el esplendor de sus calles franqueadas por columnas, los templos en las cumbres de las colinas, los teatros impresionantes, las plazas públicas espaciosas, los baños, las fuentes y las murallas atravesadas por torres.  

Visitar todo el recinto nos llevó unas 3 horas. El calor iba apretando: al mediodía llegamos a los 31º pero con poca humedad, así que no era insoportable, pero se agradecían las aguas frías que te vendían algunos comerciantes entre medio de las ruinas. A tener en cuenta el gasto en aguas, que al final del viaje representa una partida importante del presupuesto ;-) Eso sí, el precio de las aguas pequeñas es estándar en todo el país: 1 JD. 


Ajlun

A las 13:30 h. volvíamos a coger el coche. Como ya era casi la hora de comer decidimos ir hasta Ajlun, a unos 20 quilómetros, y buscar algún restaurante para comer antes de visitar el castillo. Tardamos una media hora en llegar (unos 20 quilómetros) y allí descubrimos el auténtico caos de circulación de una ciudad jordana. Había mercado en el centro de la ciudad y en la calle principal se te cruzaban coches, furgonetas y camiones y te quedabas atrapado, sin poder tirar ni para adelante ni para atrás, mientras todos los conductores hacían sonar el claxon. Pero tampoco nadie se enfadaba y al final, casi milímetro a milímetro, conseguías avanzar y salir del atasco.

Un paseo auténtico 

También descubrimos en este primer día de ruta que no iba a ser fácil comer en cualquier lugar. A nosotros nos gusta a veces alejarnos un poco de los puntos más turísticos para encontrar restaurantes más auténticos y más baratos. Pero cuando conseguimos aparcar el coche y dar una vuelta por la ciudad, nos dimos cuenta que no había tal posibilidad. Excepto en Ammán, solo hay restaurantes o bares alrededor de las zonas turísticas. Si te sales de estas zonas, no hay prácticamente nada. Al final encontramos un puesto de shawarmas y pensamos que podía ser una buena solución. Había cola, de gente de la ciudad, que nos miraban como si fuéramos extraterrestres, pero siempre con respeto y con sonrisas de curiosidad. En ningún momento en todo el viaje nos sentimos intimidados, aunque nosotros siempre nos vestimos y comportarnos con respeto a la cultura del país que visitamos. En el puesto no hablaban inglés, pero conseguimos hacernos entender para comprar unos shawarmas, que nos comimos sentados en las escaleras de una plaza. ¡Estaban deliciosos y nos sentaron de maravilla!

Después subimos con el coche hasta el castillo. Naturalmente, al lado del castillo había un restaurante turístico donde podríamos haber comido, pero la experiencia de pasear por el mercado y de sentirse envuelto en su vida cotidiana nos pareció fantástica.

El castillo de Ajlun

La entrada del Castillo de Ajlun (Qal'at Ar-Rabad) está incluida en el Jordan Pass. La fortaleza fue construida por uno de los generales de Saladino en el año 1184 d.C. para controlar las minas de hierro de la zona de Ajlun y disuadir a los francos de invadirla. El castillo dominaba las tres rutas principales que llevaban al valle del Jordán y protegía las rutas comerciales entre Jordania y Siria, por lo que se convirtió en un punto defensivo estratégico en la época de los cruzados, que lucharon sin éxito durante décadas para tomar el castillo y la ciudad colindante.

El castillo no es muy grande, pero está muy bien conservado y las vistas sobre el valle son muy bonitas. Lo visitamos bastante rápido pero al salir coincidimos todos en que las visitas a los castillos no serían nuestra prioridad. Supongo que para algunos turistas, procedentes de países como por ejemplo Estados Unidos o Australia, visitar las fortalezas puede ser más impactante, pero nosotros hemos viajado por España, Francia, Alemania, ... y hemos visto muchos castillos, de formas y estilos muy diferentes. Según las guías, los castillos de Shawbak o de Karak son impresionantes, pero finalmente se quedaron en el tintero, a favor de otras zonas que nos aportaban una novedad y un exotismo que no encuentras en Europa. Por supuesto, es una elección personal.